Más Aventuras del Pajaro Pez, (a) el Pez Volante


Prisoniero en un país casi normal.
(traducción e intérprete de los dichos del pez volante:Corresponsal en Malasia, Nicole Fuchs)

De nada me servía quedarme esperando que pase algo allá en Australia, así que me fui volando alto, muy muy alto, durante mucho, pero mucho, mucho tiempo hasta que me tropezé contra dos torres todavía más altas que yo, y me fui cayendo hasta el piso.

Estaba en un lugar que parecía totalmente normal - verde, bonito - si no fuera por estas dos torres enormes que se extendían hasta el cielo sin dejarme pasar.

Empezé a buscar otro camino, casi con la esperanza de encontrar algun cartel, o, en todo caso, un libro de instrucciones para explicarme 'qué hacer ahora'. Ni había terminado de pensar eso cuando creí que me aparecía su santa presencia. Hay, pobre de mí, pobre de mí que los dioses se burlan de mi inocencia.

Vi un templo y un angel. Estaba como ciego de felicidad de haberla encontrado de nuevo. Me apuré hasta allá. Me tome su agua bendita. Esperé. Se me abrumó la visión. Esperé más. Mi cuerpo se sentía muy raro. Era el mismo, pero cambiado. Mire la etiqueta de agua bendita más de cerca. No decía Santa Piti. Tenía el nombre de otra santa. Una tal Starbucks. Jamás tuve tanto miedo. Me habían envenenado.

No se cuánto tiempo estuve volando por aquí, por allá, en pleno pánico, pero cuando por fin me pare para descansar, me di cuenta que el mismo suelo se movía bajo mis alas. ¿Dónde estaba y qué me había pasado? Peor, la sensación extraña del agua bendita no disminuía, al contrario. Sentía como que alguien me estaba estirando por todos lados.

Cuando vi el cartel 'Vincci', mis peores miedos se encontraron confirmados. Otra secta religiosa me había raptado. ¡Me iban a forzar a adorar otros dioses! ¡Santa Piti! ¿Por qué me ha dejado ahora cuando más la necesito!

Tenía que medir casi un metro, el doble del santo tamaño que dio a mi creación. Pronto mi cabeza de cartón iba a llegar al techo. Me tuve que ir al centro de las torres, que son huecas, para poder acomodarme. ¿Qué me iba a pasar? ¿Cuándo este crecimiento espantoso iba a parar?

Después de un rato, viendo que no pasaba nada, y que a nadie le parecía muy raro mi tamaño, empezé a mirar mi alrededor. Es entonces que vi a otra creación de cartón. De verdad, no le tenía mucha confianza. Después de lo que me había pasado en el altar anti-Santa Piti, ¿quién me podía culpar?

Me extendió sus brazos, y de nuevo sentí esta sensación tan rara que sentí al tomar el agua maldita en Starbucks. Salvo que esta vez, era todo al revés. Me achiqué. O se agrandó el mundo. No sé, y no sé si nunca lo voy a saber. La chica de carton extendió sus brazos, me acogió, me hizo su juguete. Ahora soy su prisionero.

Santa Piti, ahora sí, necesito fe. Libera mi alma.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Shankill

El Planeta Angidiquinson

Si yo soy el más allá de mis células yo soy una célula del más allá de mi.